Cosas que son inevitables
Página 1 de 1.
Cosas que son inevitables
No sé cuánto tiempo llevaría durmiendo, pero no me cabía la menor duda de que, fuese lo que fuese, no había sido suficiente. Me sentía ajeno a mi cuerpo, sobre todo cuando me di cuenta de que me había levantado de la cama y mis pasos me dirigían a la pequeña terraza de la habitación que compartía con los demás chicos. El baño no estaba en esa dirección, y si seguía caminando como un zombi terminaría por caerme y darme un buen golpe. A Marg le encantaría eso. Con un gruñidito de fastidio, di media vuelta y me alejé de allí, pero extrañamente el aire fresco azotó mi cara segundos después. Estaba en la terraza. Intenté abrir los ojos, pero mi cerebro se sentía extrañamente cansado y me mandó una oleada de sopor tal que pensé que mis piernas habían dejado de sostenerme y me había desmayado sobre el suelo de aquel lugar.
No podía estar más equivocado. No sólo no había caído como un muñeco desmadejado, sino que me había aferrado al pasamanos de los barrotes del balcón y había saltado por encima de aquella barrera para ir a parar sobre tierra firme sin hacerme ningún tipo de daño. No es que fuese una gran proeza para mí... no, al menos, en circunstancias normales.
Antes de que pudiese reaccionar o pensar algo coherente, volví a sentirme cansado y fuera de mí. Perdí la noción del tiempo y las cosas, los parajes por los que pasaba se convirtieron en imágenes de una película que no conocía. Mis pasos se detuvieron al llegar a las afueras, junto a los límites del bosque. Una persona estaba esperando ahí. Me llamaba.
Y yo, o más bien mi cuerpo, había acudido a su llamada.
[Continúa en "Linde del Bosque"]
No podía estar más equivocado. No sólo no había caído como un muñeco desmadejado, sino que me había aferrado al pasamanos de los barrotes del balcón y había saltado por encima de aquella barrera para ir a parar sobre tierra firme sin hacerme ningún tipo de daño. No es que fuese una gran proeza para mí... no, al menos, en circunstancias normales.
Antes de que pudiese reaccionar o pensar algo coherente, volví a sentirme cansado y fuera de mí. Perdí la noción del tiempo y las cosas, los parajes por los que pasaba se convirtieron en imágenes de una película que no conocía. Mis pasos se detuvieron al llegar a las afueras, junto a los límites del bosque. Una persona estaba esperando ahí. Me llamaba.
Y yo, o más bien mi cuerpo, había acudido a su llamada.
[Continúa en "Linde del Bosque"]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.