Ajustes Previos

Fui andando, casi por inercia, hasta llegar al callejón que había junto a la posada. Los dueños del alojamiento lo utilizaban para amontonar cajas y barriles vacíos, así que no era frecuente ver a nadie por allí. Una puerta de aspecto viejo y destartalado daba a la parte de atrás de la cocina de la posada, al lugar donde el personal se encargaba de hacer la comida todos los días. Sin embargo, algo hizo saltar todas las alarmas de mi interior. No estaba sólo. Rápidamente, tenté la empuñadura de mi espada.

-Relájate, mi pequeña marioneta. No hay necesidad de herir a tu amo.

La figura se levantó de una de las cajas y salió de la oscuridad. Inmediatamente, la luz de la luna iluminó sus facciones. Tenía el aspecto de un antiguo noble salido de alguna época pasada. Su pelo, negro y ondulado, le caía con elegancia hasta la cadera, y su tez era más pálida de lo habitual. Su ropa estaba totalmente pasada de moda; un elaborado brocado negro salpicado de colores dorados y rojos. Levantó una mano y me instó a acercarme a él con una de sus largas uñas.

-No tengo ganas de prolongar esto, Shinichi. Acércate.

Sin haber emitido ningún tipo de órden o estímulo, mi cuerpo comenzó a avanzar hacia él. Mis músculos dejaron de estar en tensión, preparados para atacar. Algo iba mal. Muy mal. Intenté hablar, pero mi boca ni siquiera llegó a abrirse.

-Me resulta agradable ver esa mirada desafiante en tus ojos mientras controlo tu cuerpo. Ya estaba harto de esa mirada nublada. No era hermosa... pero el color de tus ojos sí que lo es. Me gusta -Su afilada uña levantó mi mentón y me observó de cerca-. Te contaré un secreto... El responsable de todos los intentos de asesinato que habéis sufrido hasta ahora... el responsable de que tu novia y tu amiga casi murieran envenenadas... eras tú, mi pequeña marioneta. Claro que... yo te controlaba.

Sus palabras impactaron en mí con una fuerza desmedida. La furia y el dolor que sentí en aquel momento crearon una espiral de fuego que me recorrió por entero. La sangre tronaba en mis oídos, sus palabras se repetían como un eco, y el instinto homicida despertó en mí a un nivel que jamás creí que podría alcanzar. El hombre reía suavemente.

-Dulces sueños, Shinichi - Silbó en voz baja.

Dicho esto, alzó un dedo y apuntó a mi frente. El viento comenzó a levantarse y a silbar con fuerza. No, esto no iba a quedar así. No podía terminar así. No lo consentiría, no podía consentirlo. Con un esfuerzo sobrehumano, logré quebrar el control que ejercía sobre mí.

-¡Te mataré! -Vociferé, casi rompiendo mis cuerdas vocales. Mi cuerpo se liberó, mis músculos entraron en tensión y los tres sellos se liberaron en el mismo segundo. Mis manos acudieron raudas al encuentro de mi espada.

Sin embargo, aquel hombre pronunció unas palabras en voz baja... y ya no hubo más.

[Continúa en el Comedor]