Burn, baby, Burn.

Un joven de largo pelo negro y mirada perdida se coló a través de la puerta de atrás de la cocina y recorrió la estancia hasta las puertas que conectaban el lugar con el comedor. A esas horas de la noche apenas había un par de personas tomando una cena tardía. El encargado del turno de noche le había visto entrar, pero conocía perfectamente el temperamento del chico... y sólo podía calificarlo como problemático. Él y sus amigos llevaban ya unos cuantos días hospedados allí, y el encargado deseaba más que nada que su estancia terminara pronto. Aquel era un pueblo tranquilo, no les gustaban los extraños. Y menos los extraños que daban problemas.
Con un gruñido, sacó el cucharón de la olla de sopa y siguió al muchacho, que se había quedado mirando fijamente el combustible que usaban para cocinar.

-Disculpe señor pero no puede estar aquí -Dijo, con un tono que no correspondía en absoluto a lo formal de la frase.

El chico le ignoró y eso irritó al cocinero. Meneó el cucharón de sopa, hastiado, hasta que de repente, el joven se llevó una mano al costado. El ruido de una espada desenvainándose le alertó.

-O-oiga... ¿qué pretende hacer con esa...? -El hombre cortó la frase al darse cuenta de que la espada del chico estaba rota y no suponía ninguna amenaza.

El joven levantó la espada y pareció concentrarse en algo. Después, alzó dos dedos y chorros de luz iluminaron un nuevo y mortífero filo a la espada. El cocinero abrió los ojos lo máximo que éstos le permitieron. No le dio tiempo a tartamudear una frase más. El chico clavó la espada en el recipiente de combustible y la explosión no se hizo esperar.

[Aclaro: Shinichi no se ha suicidado, si recordáis para tener el filo necesita haber sacado los tres sellos... y el primero es el Ichigen. Así que le vais a ver un poco churruscadito, pero vivo gracias a las maravillas de su poder.]