¿Victoria?

La hoguera empezaba a apagarse y lo que una vez fue nuestro terrible enemigo, había quedado reducido a cenizas que manchaban la hierba. Había montado guardia durante varias horas, o al menos lo que así me pareció, esperando a que mis amigos recuperasen la consciencia. Sabía que mis ojos también se habían cerrado en algún momento y aunque a mi no me habían parecido nada más que unos minutos, algo me decía que había sido mucho más.

La chica nueva, a la que no sabía muy bien cómo calificar, estaba tendida a unos metros de Shinichi y Kyoko. A pesar de que nos había ayudado contra el victoriano, no me fiaba de ella lo suficiente como para tenderla a su lado. En caso de que despertase con intenciones difusas, era preferible tener espacio para maniobrar.

Me acerqué a Shinichi y acaricié su rostro con suavidad. Sus párpados se agitaron un poco, pero no despertó. Entonces le sacudí con más decisión e hice lo mismo con Kyoko. Era hora de despertar.

Una extraña luz me despertó,era la hoguera encendida,que se empezaba a apagar.Estaba un poco apartada del grupo,y era normal,no confiaban en mí,y yo tampoco mucho en ellos,apenas les conocía.Entonces me puse de rodillas y me toqué las heridas de las piernas y torso,que eran las que más me dolían.

-Hola...¿no tendras unas vendas o algo así?

Dije susurrando mientras me sujetaba una herida que no paraba de sangrar,sentía como iba perdiendo fuerza poco a poco.

Las chispas que salían de la hoguera que tenía cerca comenzaron a llevarme al mundo real de nuevo, pero lo que acabó de despertarme fue una pequeña sacudida de Natsuki.
La llama se estaba apagando pero aún desprendía calor y emitía la suficiente luz como para saber quien tenía a mi lado.
A parte de Natsu, la desconocida, que ya parecía alguien con sentido común, también estaba despierta. El único que seguía rendido era Shinichi.
La chica nueva andaba pidiendo unas vendas, pero yo no puede hacer más que negar. No llevaba ni una sola venda encima. Y si la hubiera llevado, con tanto movimiento ya las hubiera perdido.
Restregué mis ojos de forma brusca. Sentía aún los párpados pesados, como si estuvieran hinchados.

-¿Alguna sabe cuanto tiempo llevamos aquí? Parece que he dormido una eternidad. Siento los ojos como si me hubieran pegado un par de puñetazos.

Nos encontrábamos los cuatro solos en aquel escenario desolador. Comencé a preguntarme entonces que habría sido de Yoru y Tsuki. Sin embargo esas preguntas me las guardé para mí, no quería que vieran que aún seguía preocupada por algo, a pesar de que aquel hortera manipulador había sido aniquilado.

Pensé que nunca más volvería a despertar, pero estaba equivocado. Una vez más abrí los ojos al mundo, encarando de nuevo la realidad después de tanto tiempo en un estado peor que muerto. Unos mechones de pelo negro se deslizaban por entre mi rostro y mi cuello, y supe que Natsuki estaba inclinada por encima de mí, probablemente intentando despertarme. O no, porque en ese momento escuché la voz de Kyoko quejándose de lo mucho que había permanecido inconsciente. Me hizo gracia y me reí con esfuerzo, aún tirado en el suelo. Cuando empecé a toser, me incorporé esquivando a Natsuki y me quedé sentado con las piernas cruzadas.

-Y que lo primero que tenga que oír sea tu dulce voz, Kyoko... -Protesté entre toses, con el fantasma de una sonrisa en la boca.

Exhalé un suspiro y el olor del fuego se quedó grabado en mis pulmones, recordándome que estaba vivo y era libre de nuevo. Casi por incercia, como después de cada batalla, liberé el primer sello y sentí el balsámico efecto que el Ichigen tenía sobre mi cuerpo. Entonces, justo cuando estaba a punto de relajarme y bajar la guardia, reparé en la figura de una adolescente morena junto a nosotros. No la había visto antes, pero tanto Natsuki como Kyoko parecían... tolerar su presencia. Las miré a ambas.

-¿Quién demonios es esa?

Sonreí, contenta de volver escuchar a Shinichi, de volver a escuchar al verdadero Shinichi. Era agradable incluso oírles discutir una vez más, oh, sí, volvíamos a la normalidad.
Me volví hacia Kyoko, apretando su mano con cariño. Había estado preocupada por ella, mientras estaban allí tumbados ella era la que menos se había movido, la que respiraba más débilmente. No me habría gustado perder a ninguno de los dos, pero ella era mi amiga. Era mi amiga y además le gustaba poner en su sitio a Shinichi, oh, no, no me habría gustado nada perderla.

-Hola a tí también, gran hombre -saludé con sorna-. Me alegro de que vuelvas a ser el mismo de siempre. Creo que llevamos aquí unas... tres horas, puede que algo más, pero a parte de la incineración del victoriano, no ha ocurrido nada interesante, habéis dormido todos como angelitos.

Miré a la chica y aunque no sabía qué pensar de ella, lamenté no tener unas vendas, realmente parecía malherida.

-No tenemos ni idea de quién es ella, pero nos ayudó contra el victoriano así que creo que de momento podemos mantener las armas en sus fundas.

Aunque a mano, pensé, pero eso me lo guardé para mí misma.

Escuche los comentarios que todos los chicos hicieron sobre mí.Era mi oportunidad de convencerles de que no era...¿enemiga?.

Resulta que "esa" tiene un nombre,soy Lian,Lian Muñoz

Dije mientras me levantaba débilmente y me sujetaba a una pared apoyándome sobre ella.

Esto no parece un sueño,aunque no es muy normal que aparezca aquí después de estar en el hospital ¿no?

Después de eso me quité parte del top,concretamente la parte inferior para ponérmela como torniquete para una de las heridas de la pierna.Esperaba que el dolor pasase cuanto antes,o por lo menos encontrar algo para para la hemorragia.Esperaba que ellos me ayudaran,aunque no me podía fiar de ellos.

Kyoko y Natsuki parecían estar ilesas. Bueno, todo lo ilesas que podría esperarse después de una batalla contra un enemigo de semejante calibre. Ninguna de las dos sangraba ni tenía heridas de gravedad a la vista. Sin embargo, la nueva parecía tener un serio problema con sus plaquetas; no dejaba de sangrar y se la veía cada vez más pálida. Quizá se debiera a los numerosos cortes y heridas que tenía por todo el cuerpo, demasiados focos que sanar al ritmo que sana una persona normal. Se hizo un improvisado torquinete con parte de la tela del top que llevaba. Una buena idea sino tenías a mano nada mejor.

Me levanté del suelo sintiéndome más ligero, acostumbrándome otra vez a sentir y manejar mi cuerpo, y me acerqué a la pared en la que se había apoyado la chica. Si iba a acompañarnos sería mejor que lo hiciera como una persona normal y no como un 'casi cadaver'.

-No sé quién eres, qué haces aquí o por qué estás con nosotros -Pronuncié apoyándome a su lado contra la pared- y, sinceramente, no me importa lo más mínimo. Pero si quieres seguirnos el ritmo y salir de aquí con algo más de vida de la que pareces tener... más te vale defenderte mejor.

Y sin esperar una respuesta, coloqué mi mano sobre su brazo y dejé que mi mirada de hielo hiciera el resto. Con el Ichigen aún activado en mi cuerpo, el poder se transmitió hacia el interior de la chica, sanando sus heridas poco a poco. Cuando terminó, volví a colocar el sello y la marca de mi mejilla desapareció. Regresé junto a Kyoko y Natsuki, que ya estaban listas para partir.

Casi habíamos decidido en qué dirección aventurarnos cuando un un flash en mi cerebro me mostró con exactitud el lugar en el que se encontraba el ataúd de cristal. Jamás había estado ahí antes, ni siquiera sabía que podía contener ese ataúd... pero algo muy poderoso me impulsaba a seguir ese camino sin rechistar.
Y hacia allí avanzamos.

Ese jardín me estaba volviendo loco. Las pesadillas de mi pasado volvían a mi cabeza, trayendo dolor y furia. Y sabia que yo no era causa de “él”: El jardín parecía estar controlado, ya que el cambio de Tsuki y su huida, el “vacio” de la nueva, y las ilusiones de mi pasado… Alguien nos estaba observando… y no sabía porque, la estaba pagando conmigo de una forma excesiva.

Me pare cuando vi una figura familiar a pocos metros. La mire con furia, aun sabiendo que era una ilusión. No era real. Pero el simple hecho de recordarla. Entonces escuche como “él” se empezaba a reír.

-Parece que la chica te sigue afectando. ¿Acaso sientes algo por ella todavía?- Decía el ente oscuro.

-Odio. Odio y… desprecio. Eso es lo único por ella ahora- Dije, muy seguro de mi mismo.

Aun así, “él” siguió riéndose ¿Acaso sabía algo de mí mismo que no sabía? ¿Acaso seguía sintiendo por esa chica? ¿O simplemente se reía por ver mi debilidad a ser tragado por el dolor y el odio, sucumbiendo lentamente a la oscuridad?

No pensé más, y seguí andando, pasando a su lado sin hacer nada. Era una ilusión. Solo una ilusión… O por lo menos intentaba razonar, intentando conservar mi poca cordura.

Aun así, note como me ponía la mano en el hombro y me frenaba. Asustado por la idea de que fuera ella de verdad, me di la vuelta, solo para recibir un disparo en el pecho. Su rostro estaba vacío. Ni la falsa alegría, ni odio, ni maldad, ni nada. Era como si no fuera ella. Me intente agarrar a ella para no caerme, pero me empujo, tirándome al suelo, como si nada. Me intente incorporar, cuando note que me ponía el arma en la sien. Mientras, vi como “él” aparecía detrás de ella. El reía. Yo gritaba. Ella apretaba el gatillo…

Me desperté de golpe. Todo había sido una pesadilla. Pero no una normal. Lo que había visto no era como mis sueños normales. Además… ¿Dónde me había despertado? No sabía cuánto tiempo había estado andando, o si todo lo anda dado era un sueño. Todo era un lio. Me levante, ayudándome con un ataúd que había a mi lado. Me dolía la cabeza. Pero algo en el suelo llamo mi atención. Me agache a recogerlo y cuando lo reconoció, volví a mirar el ataúd, lo que hizo que el miedo me recorriera por el cuerpo. Me empecé a tranquilizar. Si me alteraba no podría salvarla y habría más posibilidades de que me intentara poseer. Necesitaba ayuda: quizás fuera una trampa, y si me pillaba solo y “desarmado”, estaba perdido.

Al poco rato me encontré con otra figura. Shinichi me miraba desde la otra punta con el grupo. Parecía mejorado y ya consciente de su mismo. La chica nueva parecía haber “despertado” y tenía mejor aspecto, sin las heridas que le había visto antes. Parecía que se habían encargado de Cyrhil. Una pena: me hubiera gustado matarle yo mismo.

-He perdido a Tsuki. No voy a obligaros a venir conmigo si no queréis: sois libres de iros. Pero si he venido a buscaros es porque creo que me debéis un favor. Este jardín ejerce un gran castigo contra mí. Intento aguantar, pero necesito ayuda para encontrar a Tsuki…- Dije mientras enseñaba la esclava de la niña- O abrir el ataúd que estaba al lado de esto.

Lentamente y sin darle más importancia, me di la vuelta y me volví a dirigir dirección al corazón del jardín, a paso rápido, pero sin correr.

Tsuki… te encontrare. Lo prometo…

Pronto toda esta pesadilla habrá acabado.

A duras penas reconocí al chico que salió de entre la maleza. De hecho, de no ser por el inconfundible tono azulado de su oscuro cabello, jamás hubiese pensado que aquel pudiera ser Yoru. Presentaba un aspecto muy desmejorado, heridas y cortes y una mueca de contención en el rostro, como si algo lo estuviera atormentado y él hiciera un esfuerzo por no dejar que se le notase. Cuando habló, apenas nos dejó tiempo para ir tras él.

Ligeramente molesto, me adelanté y le di alcance. Estábamos de mierda hasta el cuello, atrapados en un puto jardín que daba escalofríos, con un vampiro muerto y calcinado en algún lugar de la sala, Hikari perdida y la Dama vigilando nuestros pasos. Y la Dama era poderosa, muy poderosa, y necesitaba viva a Hikari para hacerse con su cuerpo y sus poderes. Mareado, corté el hilo de mis pensamientos e intenté reflexionar sin perder los nervios. ¿Qué demonios estaba ocurriendo? ¿Cómo era posible que supiera yo eso?

La falta de respuestas por una vez no contribuyó a empeorar mi humor. Seguí caminando con Yoru hasta que vislumbramos el ataúd de cristal. Cuando sólo estábamos a unos metros de él, Yoru comenzó a sudar y sus pasos se acortaron notablemente. Aminoró la marcha y cuanto más avanzábamos más desviaba la mirada, respiraba pesadamente y parecía no querer llegar. Cansado de tanta tonteria, me adelanté los pasos que faltaban y, poniendo ambas manos sobre la superficie cristalina de la tapa, miré lo que contenía su interior.

Quise gritar, maldecir, exclamar algo como "¡hostia!", pero no pude... No pude porque en el fondo de ese ataúd descansaba la niña que había venido con Yoru. Y sus pequeñas manitas sujetaban mi espada envainada... con el lazo azul de Hikari coronando la empuñadura.

Shinichi rápidamente había recobrado las fuerzas, se le veía igual que siempre, cual león encabezando la manada. Mientras tanto, Yoru hacía lo contrario, se quedaba apaciguado; caminando lento y sin querer mirar a ninguna parte en concreto.
El líder de nuestra "manada" se acercó raudo al ataúd de cristal que había a escasos metros de nosotros.
El rostro de Shinichi cambió; apenas pestañeaba mientras miraba dentro de aquel ataúd. Sin embargo no habría la boca. ¿Que habría ahí dentro?
Cautelosamente me acerqué yo también al ataúd; mi curiosidad acabaría conmigo cualquier día. Shinichi seguía petrificado ante aquel objeto. Cuando eché un vistazo dentro, su reacción era totalmente comprensible.
Tsuki... ¿qué la habían hecho? La espada de Shinichi... un lazo azul significativo para mi amigo... Podía captar sus emociones ahora mejor que nunca. Ese lazo era de alguien cercano. Era de Hikari.

Apreté los puños con fuerza hasta que las uñas se clavaron en la palma de mi mano. Unas gotas de sangre cayeron de ellas. Mi cabeza estaba agachada mientras mi boca farfullaba palabras incomprensibles. Al alzar el rostro, tras acabar con mi retahíla de palabras malsonantes que había soltado para mis oídos, notaba que mi mirada no era la misma. Estaba llena de odio al igual que el resto de mi cuerpo.

Dirigí mi mirada rebosante de odio a mis amigos.

-¿Teneis idea de quien ha hecho esto? Un nombre. Quiero un jodido nombre - el tono de mi voz comenzó a elevarse- Si no lo sabeis, espero que al menos queráis averiguarlo. Ya me han tocado los ovarios lo suficientemente durante este último tiempo como para que ahora continúen encabronandome. Se acabó. Se acabó toda mi actitud bonachona, dulce y un largo etceterá. Sí, y grito para que me oigas por si estás escondido cual presa acobardada. Cuando sepa quien coño se ha atrevido ha tocar a Hikari y a Tsuki... - mi voz bajó de nuevo y se volvió grave como la de un hombre- morirá entre mis manos.

Exhalé todo el airé que había acumulado durante ese momento de histeria. Realmente sentía ganas de llorar pero tras todo lo que había dicho no podía venirme abajo.

No quería mirar al ataúd. No podía. El simple hecho de imaginarme de nuevo a la pequeña, dormida, sin saberlo que pasaba a su alrededor, en ese ataúd imposible de abrir, tanto para salir… como para entrar.

Apreté la esclava con fuerza mientras Kyoko maldecía a los cuatro vientos. Me recordaba a mí en el pasado. Intentando proteger a la gente. Pero yo no era el bueno… solo era un maldito asesino. Tsuki había sido la única razón por la que intentar cambiar y seguir un nuevo camino. Sin ella, no era nada. Pronto sucumbiría a la oscuridad.

-Por que grites, nada va a cambiar. Si no actúas, todo seguirá como lo dejaste- Dije, mientras me acercaba al ataúd, sin poder aun mirarlo.

Me sumergí en mis pensamientos, por lo que no me entere si Kyoko me echo algo en cara o no. Solo tenía algo en mente…

Mire el frio cristal, reflejando el dulce rostro de Tsuki. Pase la mano por el cristal, intentando tocarla. Alcanzarla. Pero era inútil. Cerré los ojos con fuerza, mientras “él” me ofrecía el trato. Me estaba volviendo loco poco a poco. Casi estaba muerto por dentro. Debía hacer algo, y rápido.

-Lo siento… Tsuki… Solo será… un poco-Pensé, suspirando por última vez.

Sin pensármelo mas, levante mi puño y con furia, rompí el cristal del ataúd de un golpe. Rápidamente, cree una fina capa de diamante que protegió a Tsuki de los cristales que caían, pero desapareció rápidamente cuando acabo, ya que era lo mínimo que podía hacer sin perder el control… y aun así, ya lo estaba perdiendo.

Mire mi mano, llena de cristales, afilados como cuchillas, clavados en mi piel, la cual sangraba como lagrimas que nunca derrame. Con las pocas fuerzas que me quedaban, saque con cuidado y la tumbe en el suelo, comprobando que no estaba herida. Yo hice lo mismo, agotado por todo. Le había dejado las puertas abiertas. Empecé a notar como empezaba a entrar.

Si no descansaba, el próximo movimiento no sería mío precisamente…