Entre las sábanas

Las sábanas de seda blanca acariciaban con suavidad nuestros cuerpos. Mis aposentos, así como el resto del palacio de mi Dama, eran etéreos y puros. La habitación, los muebles delicadamente tallados, los doseles de la cama, el sofá solitario... blanco, radiante, virginal. Nieve recién caída. Las sillas y la estructura de la cama de dosel eran cristal duro, transparente, con destellos azulados arrancados por la luz blanca que iluminaba la estancia. Quizá... demasiado blanco para mi gusto. Solo quizá. Eran los deseos de mi Dama.

A mi lado, el largo cabello de Shinichi se extendía por toda la extensión de su espalda rompiendo la nívea armonía de la habitación. Dormía boca abajo sobre la cama, sin necesidad de ocultar su cuerpo bajo ningún pijama, con una de sus muñecas atada al cabecero por una fina tira de seda. Su respiración renqueaba dolida de vez en cuando. Mi pobre y pequeño Shinichi, mi pobre y pequeña espada. Cuánto había forzado su cuerpo aquella noche. Quemar la posada había sido una acción muy arriesgada para él.

El Guardián mantenía los ojos cerrados, acomodado sobre el sofá inmaculado, con la niña jugueteando a sus pies y lanzando miradas furtivas de vez en cuando hacia nuestra cama. Me levanté y alcancé mi ropa, los niños y la diversión estaban a punto de llegar.
No me equivocaba. Minutos después llegaron, o más bien irrumpieron. La pelirroja, las tres morenas y los dos chicos Miyasaki. Armas desenfundadas y gritos, pero los ignoré. Era hora de levantarse y lamentaba no poder seguir yaciendo con Shinichi entre las sábanas.

-Arriba, mi pequeña espada. Tus amigos te están esperando.

Y entonces, Shinichi se alzó sobre un codo desparramando su pelo por hombros y brazos. Se soltó del agarre de seda con un tirón brusco, tosco, como a mi me hubiese gustado que se lo arrancase y se alzó sobre ambos brazos sobre el colchón. Por cuestiones de intimidad no estaba dispuesto a dejar que ninguno de los presentes contemplasen su desnudez, porque ahora era sólo mía, así que cerré los doseles con un simple gesto. Apenas un minuto después, Shinichi emergió, vestido con la ropa limpia de entrenamiento que le había proporcionado.

La escena que encontramos en la habitación era... inapropiada. Sí, totalmente inapropiada. El chulo victoriano jugueteaba con Shinichi, que yacía atado y desnudo, con aspecto desconcertado y quizás incluso desvalido, sobre la cama. Y el blanco puro, etéreo y virginal que lo cubría todo no hacía si no empeorar la impresión. Mientras, Yoru miraba pasar el tiempo, con la cría a sus pies, como si estuviesen en una maldita sala de espera.

Mal, muy mal. ¿Qué clase de malo malísimo era aquel tipo? Un genio maligno en condiciones habría aprovechado la ventaja para preparar alguna retorcida trampa que nos detuviese o para perfeccionar los últimos detalles de su maléfico plan. El victoriano, en cambio, se dedicaba a retozar con mi Shinichi. Aquello me hacía hervir la sangre, y no solo por el hecho de que fuese MI Shinichi, si no porque el tipo tenía la caradura y nos subestimaba de tal forma que se permitía perder el tiempo.

-¡Eh, tú, repollo de época! -llamé, realmente enfadada-. Aparta ahora mismo tus manos y tus pensamientos de Shinichi, porque su espada es solo mía hasta que yo diga lo contrario. Si él quiere a otro en su cama, por mí bien, pero no permitiré que vuelvas a tocarle mientras controles su mente, ¿me oyes?

-Y tú, Yoru -espeté, volviéndome hacia el chico pero avanzando unos pasos hacia el victoriano con las armas desenfundadas, dispuesta a cumplir mi amenaza-, no sé qué chanchullos te traes con estos tipos, pero estoy segura de que no saldrá nada bueno. ¿Por qué no sacamos a Tsuki de aquí? Ya que presumes de ser su guardian mueve el culo y déjala asalvo antes de meterte en la maldita boca del lobo. Te ayudaremos.

Hubiera dado lo que fuera por que en la dichosa habiatacion hubiera un reloj. Tanto silencio, solo roto por la respiracion de los que estabamos en la sala, me volvia loco. No queria ver las gilipolleces que hacian los otros dos, pero Tsuki queria quedarse. ¿Como podia protegerla si ella misma era la que se exponia al enemigo? Aun asi, si ella lo decia, significaba que no habia peligro... por lo menos no por ahora.

La gran entrada del grupo hizo que los mirara con los ojos mas cerrados que abiertos. Tsuki seguia jugueteando a mis pies. No... esa no era Tsuki. Tsuki siempre habia sido cariñosa, pura felicidad. Pero tras eso... empezo a cambiar. Intento ocultar su dolor con sonrisas... pero esos cambios. ¿Que la pasaba? ¿Por que queria encontrar con tantas ganas a Hikari? Solo por ese motivo estaba en la habitacion.

El chico podia ser marioneta de Cyrhil... pero yo era la marioneta de mi propio pasado.

¿Acaso nos diferenciabamos en algo?

Ante la acusacion de la chica no pude defenderme. Pero no era mi culpa. Yo queria protegerla. Pero ella era la que insistia en quedarse. Sabia algo... algo que no me queria contar.

-Yo solo hago mi trabajo. Solo cumplo ordenes.

Encuanto Tsuki dejara de hacerme perder el tiempo me iba a lanzar sobre el cuello del maldito "purpurino".

Calor...sentía mucho calor desde que habíamos entrado al enorme palacio, sentía mi cuerpo arder como si estuviera rodeada de llamas, mi ropa estaba empapada de sudor, cualquiera que me viera creeria que era causa de la adrenalida por la situación, e igualmente yo pensaría lo mismo...pero no era lo único, la cabeza me dolía, las manos me temblaban.
Decidí que era momento de quitarme la chaqueta, los guantes, estar lo menos cubierta, aun cuando existía la posibilidad de tener contacto directo con cualquiera...pero de nada servía, llegué a considerar la idea de quedarme solo en ropa interior, pero saqué de mi mente tremenda estupidez.

- Dios..esto es un infierno - pensé en voz alta sin querer, llamando la atención de los que estaban cerca a mi, desabotonando los primeros botones de la camisa; la chaqueta y los guantes estaban en el suelo, mi rostro era recorrido por gruesas gotas de sudor.

- "Esto no se detendrá hasta que expulses aquello que llevas acumulando por tanto tiempo..." - miré a todos lados buscando a quien había pronunciado aquellas palabras, pero no lo encontraba, aun así esa voz se me hacía conocida, estaba segura de haberla escuchado antes, entonces una risita traviesa inundó mi cabeza - "Si Karcyn no lo saca va-a-estallar, y todos sus amigos mo-ri-ran" - cantaba con voz infantil - me senté en una mesita cercana, agitada

- No es nada, solo estoy algo cansada - expliqué a aquellos que me miraban confundidos, y luego miré hacia nuestro objetivo.

La respuesta de Yoru me enfadó aún más. ¿Su trabajo? ¡¿Su trabajo?! Su maldito trabajo era proteger a la niña, para eso era su hermano mayor, su padre o lo que demonios fuese.
Lancé una mirada a Karcyn cuando estaba a punto de lanzarme sobre el victoriano. Parecía mareada y durante un instante me debatí entre saltar a por ella para ayudarla y saltar sobre el cuello del idiota ese. Pero los demás estaban a su lado, estaba segura de que en sus manos estaría bien; yo tenía una cuenta por saldar.

Sorteando a toda velocidad a Shinichi, que se había colocado ante su amo cual fiel perro faldero, lancé una rápida estocada con el sai hacia el rostro de mi objetivo, mientras golpeaba con el otro sai su abdomen y disparaba una potente patada a su entrepierna. Quedé un tanto más vulnerable de lo que me habría gustado, pero por muy rápido y eficaz que fuese, no podría cubrir tres flancos a la vez. Estaba decidida a hacerle daño al precio que fuese, así aprendería a no meterse con Natsuki Miyoshi.

Sus armas se movían rápido, muy rápido, y en una trayectoria que iba a terminar en tres puntos diferentes de mi cuerpo, a cada cual más vital. Maldita desgraciada. El odio hacia esa morena prepotente bullía en mi interior como agua hirviendo. Sin embargo, aún no debía actuar. Era demasiado pronto.

Justo cuando su patada estaba a punto de acertar en el objetivo, un objeto metálico golpeó contra su rodilla con fuerza. El objeto reveló la forma de la empuñadura de una espada, una espada rota con apenas diez centímetros de filo. Shinichi había parado el golpe de forma impecable, y con un giro de muñeca había interpuesto el filo de su katana entre un sai, primero y de golpe, y entre otro, después e igualmente veloz. Aprovechando la confusión, remató la faena; levantó la pierna y le asestó una potente patada que la tiró contra el marmóreo suelo blanco de la habitación.

-Levanta. Aún no he terminado contigo -Arrastraba las palabras, palabras que yo mismo ponía en su boca-. Terminemos rápido... Hoy tengo ganas de irme pronto a la cama.

El golpe me apartó de mi objetivo, pero fui capaz de esquivarlo casi por completo en el último momento, por lo que solo me hizo perder el equilibrio. A pesar de que SHinichi se había interpuesto en mi camino en el último momento, había sido capaz de arrancarle unas ligeras gotas de sangre al maldito victoriano. Estaba segura de que aquel pequeño arañazo era mucho más de lo que había recibido en mucho tiempo. Y solo era el principio, me prometí, iba a hacerle pagar aquello con creces.

Me levanté de un salto, mirando retadoramente a mis dos adversarios. Shinichi se había convertido, por culpa de aquel estúpido chulo, en una piedra en mi camino. Una piedra que tendría que apartar de una patada.

-Oh, cariño, ya sabes que conmigo las cosas nunca son rápidas... Ni siquiera fuera de la cama. Pero estoy segura de que querrás volver a meterte entre las sábanas cuanto antes, no creo que ese repollo engreído y chulesco pueda darte todo lo que necesitas de una sola vez. Dime, victoriano- le miré, hablando directamente con él. A pesar de saber que era él quien hablaba por boca de Shinichi, el engaño era muy convincente-. ¿Necesitas varios turnos para hacerlo todo y por eso te escondes tras un chicarrón mejor preparado que tú? ¿Por eso no te atreves a enfrentarte a nosotros... a mi?

Sin dejarles tiempo para nada más, me abalancé sobre Shinichi. Llevaba días deseando hacerlo, pero no precisamente en esas condiciones. Me habría gustado encontrar sus brazos abiertos para mí y no precisamente esa espada preparada para atacar. Aun así, iba a pasar sobre él costara lo que costase.

Esquivé un par de estocadas y él esquivó mis sais. Habíamos entrenado y luchado muchas veces juntos y sabía que estábamos muy igualados. De igual manera que sabía que en aquella posición defensiva, su tobillo izquierdo quedaba al descubierto. Hice amago de atacarle desde arriba y mientras concentraba suatencion en mis manos, disparé con todas mis fuerzas una patada contra aquel punto débil.
Antes de chocase contra el suelo, ya había saltado sobre él y me lanzaba, decidida, contra aquel intento fallido de malo de cuento.

Tenía tres espadas apuntando mi cuello y los brazos estirados e inmovilizados. Shinichi había perdido el equilibrio y la morena saltaba por encima suyo con la intención de lanzarse contra mí. No había opción posible... me concentré durante un par de segundos escasos y envié el impulso. Desde el interior de mi cuerpo envié un impulso electromagnético, un estímulo convertido en fuerza que lanzó brutalmente sus cuerpos contra la pared contraria de la habitación. Shinichi, que en el último momento había logrado agarrar el pie de la manceba de sus recuerdos, fue arrastrado con los demás. Dio con sus huesos en el suelo, propinándose un fuerte golpe en la cabeza que aturdió sus sentidos. Durante unos instantes la información que recibía de su cuerpo era confusa, pequeños puntos de luz en una vasta negrura, una sensación de mareo y dolor. Después me di cuenta de que la estúpida meretriz había tenido a bien usar el cuerpo de mi chico como colchón.

Saltaba sobre Shinichi, su mano atrapó mi pie y de pronto, algo me golpeó con una energía increíble, lanzándonos a ambos contra la pared. Fue como si una pared invisible fuese lanzada sobre nosotros, como la onda expansiva de una gigantesca explosión.
Zarandeada, vapuleada y aplastada por una fuerza sobrenatural, volé unos metros por los aires. Perdí la orientación por completo, suelo y techo se confundieron por un instante y lo único sólido, real, parecía el cuerpo de Shinichi, rodando junto al mío. Me aferré a él y le noté estremecerse, con un gruñido quedo, cuando colisionamos contra el muro, amortiguando mi choque.

El victoriano. Tenía que haber sido cosa del maldito victoriano. Maldije por lo bajo, consciente de su poder y le lancé una mirada cargada de odio. Si la miradas matasen, él se habría volatilizado allí mismo rn una terrrible agonía.
Sabiendo que permanecía atento a nosotros, pendiente de Shinichi casi más que de sus enemigos, tomé el rostro de mi chico, que yacía bajo mi cuerpo todavía algo desconcertado por el golpe y le besé. Le besé con fiereza, casi desesperación, arrancándole el sabor a sus labios. Empezaba a conocer a nuestro rival y algo me decía que aquello le molestaría más que cualquier ataque con la espada.
Jódete, cabrón, pensé, sintiéndome mejor al ver la furia y el odio reflejados en su rostro. Jódete porque es mío de una forma que tú nunca podrás tenerle.

Y durante un instante, apenas una milésima de segundo, me pareció ver una chispa de reconocimiento en los duros ojos azules de Shinichi.

Segui sin hacer caso a la pelea, sumergido en mis pensamientos.

Sin embargo, Tsuki dejo de juguetear y se sento en mis piernas, pegando su cara a la mia, lo que hizo que abriera los ojos.

-Protegeme- Dijo con una voz muy sensual.

No entendi lo que queria decir hasta que vi la situacion: Los tres hermanos habian rodeado al "purpurino" y la chica de la marioneta intentaba asestarle un ultimo golpe, mientras el la sujetaba del pie. Pero cuando vi como sus cuerpos salian disparados como hojas de papel sabia que tenia que hacer. Si usaba creaba algun tipo de muro posiblemente este tambien seria movido y podria causar mas estragos a los dos. Lo unico que me quedo fue darle la espalda al impulso y sujetar fuerte a Tsuki, usando mi propio cuerpo como escuda humano para ella.

El golpe, aunque sabia que vendria, no me lo espere en esos momentos. No sentia donde estaba: el dolor del golpe me habia aturdido. Si abria los ojos no distinguiria nada. Poco a poco note como caia al suelo, dandome primero en la cabeza pero aun asi segui desplazandome hasta darme de espaldas con la pared.

Algo empezo a zarandearme con violencia. Abri los ojos, pero aun asi solo veia borrones y todo lo que escuchaba sonaba distorsionado: El golpe en la cabeza me habia afectado mucho. Algo humodo empezo a caer sobre mis mejillas a la vez que los zarandeos aumentaban.

Lentamente empece a recuperarme, por lo que empece a pestañear con rapidez. Me sorprendio quien era la causante de tanto alboroto a mi lado: Tsuki lloraba desesperada, pidiendo que me levantara. Lentamente y con dificultad, le puse la mano en el pelo y empece a revolverselo.

-No deberias llorar tanto- Dije casi sin voz pero ,por una vez en mucho tiempo, feliz.

Parecia que no se lo esperaba, de la forma que me miro. Acto seguido se tiro a mi cuello, abrazandome con fuerza y llorando. ¿Se le habria acabado su etapa bipolar?

-¡No vuelvas ha hacer eso! ¡No quiero que te pase nada! ¡Y menos por mi culpa!- Empezo a gritar desesperada.
La aparte de mi con cuidado. Tenia la cara hecha un cristo de tanto llorar, asi que le seque las lagrimas con cuidado mientras la miraba. Parecia que le costaba respirar del arrebato

-¿Estas bien? ¿Te hiciste daño?- La pregunto

Ella nego con la cabeza, por lo que sonrei y le di un beso en la mejilla. Hacia tiempo que no me comportaba asi, pero no podia hacer que ahora se preocupara por mi.

Me levante con ligeras dificultades, a lo que Tsuki intento ayudarme, pero la pare con suavidad: debia hacer esto solo. Parecia que estaba sangrando por el labio inferior, por lo que me limpie la sangre. Mire desafiante al purpurino.

-¡Tu! ¡Me da igual si sabes donde esta Hikari! ¡Nadie hace daño a Tsuki, y menos la hace llorar sin verla conmigo!- Empece a gritarle en la otra punta de la habitacion.

Tsuki me empezo a tirar del brazo para llamar mi atencion.

-Por favor... ten cuidado- Dijo separandose un poco de mi lado.

Volvi la vista a mi objetivo. Estaba preparado para la batalla.

Una fuerte onda invadio mi cuerpo al igual a a los otros dos la onda dio de golpe contra todos tirandonos, pero el mayor inpacto lo recibimos nosotros tres que terminamos siendo azotados de golpe contra la pared, la ventana del lugar se hizo trizas junto una que otra cosa que decoraba el ya extraño sitio

-Asi que sabes hacer otra cosa aparte de escudarte tras los demas eh? - me levante adolorida al igual que los otros dos que habian sido regados a los extremos de la habitacion

-No tengo idea de que haya sido eso pero la pagaras - sonrio con malicia ikuto

-De nuevo de rencoroso Ikuto-kun - dijo kotaro calmado

Estaba rodeado y al parecer yoru al fin habia reaccionado, no sabia si shinichi estaba ya conciente o no pero pronto terminariamos con ese sujeto de una vez

Ira, una ira densa como la melaza me empapó por entero al leer las intenciones de la mujer y no poder anticiparme. Sus labios apretados contra los de Shinichi hicieron que mi visión se nublase de pura rabia, que el aire de la habitación comenzara a espesarse y que la luminosidad perdiera un par de tonos de intensidad. Como una reverberación lejana, atisbé a oír la declaración del Guardián, pero sólo había cabida en mi cerebro para una cosa: Shinichi. Era. Mío.

El aire seguía espesándose.

Imanté la superficie de mis palmas, preparado para atraer masas hacia mi cuerpo, y arranqué al chico de los brazos de esa sucia y repugnante buscona. La niña pesaba tan poco que atraerla con la otra palma fue tan fácil e inevitable como bostezar. Al Guardián le bastó una mirada de aviso; él supo utilizar su teletransporte y colocarse alejado del grupo de niños rebeldes. El aire era ahora basto, denso, y ejercía una presión casi insoportable sobre nuestras cabezas. Rugí y toda aquella espesa masa gaseosa se transformó en una bola muy pequeña, de color rojo oscuro casi negro. Fue creciendo y aumentando de tamaño hasta que le di las dimensiones apropiadas... y después la dejé caer sobre el grupo.

La bola se los tragó y desapareció con ellos. Al instante siguiente volvimos a estar solos en la habitación Shinichi, el Guardián, la niña y yo. Con un gesto delicado, bajé al suelo a la protegida y ésta volvió con el joven guerrero.

-Bien, parece que nos hemos quedado solos... Es hora de discutir nuestro acuerdo, Guardián.


[Natsu, Miyasaki, Karcyn y Kyoko.... habéis sido absorbidos por un vórtice que os ha transportado a otro lugar del castillo. Cyhril no puede controlar la dirección de destino, sólo "expulsaros" y mandaros en un radio de 500 m a la redonda. Vosotros decidís donde continuar posteando... porque aquí ya no podéis]

Aprete los puños para meterme en la batalla, pero hubo algo que cambio todos mis planes...

-¡Yor...!- Tsuki intento llamarme... pero no estaba a mi lado.

Mire por todos lados, encontrandola... al lado del vampiro de los...

Intente ir a por ella, pero pude ver como algo raro pasaba cerca del grupo. Fuera lo que fuera, para llegar hasta ella tenia que pasar por ahi,... y no era precisamente el tipico suicida sin cabeza. Me teletransporte lo mas lejos que pude y mire el "espectaculo"

Tras ver como eran "engullidos", todo volvio a la calma... o por lo menos lo mas parecido que habia en el ambiente.

El purpurino solto a Tsuki, la cual corrio a mi lado llorando. Me hubiera gustado consolarla en el momento... pero tenia que estar pendiente del vampiro. Sin el grupo, las posibilidades de atacar eran menores, asi que no queria iniciar una pelea absurda.

-Dime lo que quieres... y dilo rapido...

Algo comenzo a consumirnos pero por alguna razon a pesar de ser atraidos a esta no eramos dañados que era lo que tramaba...

-tu...! - vi a este que tenia una sonrisa en el rostro - maldito cobarde!

La cosa esa nos trago por completo todo se volvio oscuro y no podia ni siquiera sentir mi propio cuerpo no tenia idea a donde iriamos a parar...

[continua en vestibulo blanco " Perdidos"]

Agarré con suavidad a Shinichi, buscando el calor de su cuerpo para tranquilizarme antes de comenzar las negociaciones con el Guardián. Sabía que era una ilusión, que el calor de su cuerpo era como el de cualquier otro objeto de la habitación, muchas partículas en movimiento, sin más. No había alma, espíritu, conciencia o lo que quiera que fuera, en ese cuerpo para pensar que era aquello lo que insuflaba esa agradable sensación templada que compartíamos.

-Iré directo al grano, Guardián -Comencé, dando un paso hacia la cama y sentándome en uno de los bordes. Estaba crispado, tenía sentimientos encontrados acerca del control que ejercía sobre Shinichi-. Tú buscas a Hikari y yo sé exactamente dónde encontrarla. Yo necesito otra espada a mi servicio y resulta que tú eres un Guardián.... Éste es el trato: Shinichi y tú custodiareis el palacio y os encargareis de que esos mocosos no permanezcan mucho más por aquí. A cambio yo te enseñaré el lugar en el que está Hikari. Te la podrás llevar...

Definitivamente: El purpurino no era vampiro, ahora evolucionaria a "purpurino-gay". Su marioneta me daba hasta pena.

La propuesta que me hizo era interesante. Pero me conocia: si aceptaba, no romperia el trato. Seria como otro sirviente suyo. Tsuki se abrazo mas fuerte a mi, supongo que cuando supo lo que pensaba.

Pero tenia que proteger a Tsuki y encontrar a Hikari. Aunque tuviera que hacer algo tan ruin.

-Llevame donde esta Hikari...

Sabia que Tsuki podria decirmelo echando un vistazo a su mente... pero no queria meterme en una pelea con ella en medio.

Sonreí con malicia, pero qué se pensaba... como si fuera a entregarle el premio gordo sin antes haber catado sus habilidades.

-Está bien... te dejaré verla para que veas que no te engaño. Pero antes tendrás que demostrarme que mereces la pena. Que estás a la altura de Shinichi. Al fin y al cabo... ¿para qué molestarme en negociar contigo si resultas ser un estorbo para él?